Peliculas del recuerdo: 2017-10-01

Big (1988, Penny Marshall) Big


En 1988 - después de comedias como 1,2,3 Splahs (1984), Despedida de soltero (1984) o Esta casa es una ruina (1986)- Tom Hanks era ya una estrella internacional amada por público y crítica que se consolidaría en los noventa y cuya estela (en lo que constituye un verdadero rara avis) se prolongaría hasta la actualidad. Paradójicamente, esta perenne permanencia en la cresta de la ola,  fue debida a su distanciamiento con el género que lo encumbró en los ochenta: la comedia. Sus posteriores incursiones en distintos géneros cinematográficos - desde el drama de Philadelphia (1993) al bélico de Salvar al soldado Ryan (1998) pasando por el cine negro de Camino a la perdición (2002) – lo avocaron a desarrollar un amplio y rico registro interpretativo que parecía imposible para alguien que hasta entonces, a excepción del romance Mil veces adiós (1986), parecía destinado a protagonizar exclusivamente comedias.


Big supone  la última gran comedia - aunque siento debilidad por No matarás al vecino (1989, Joe Dante) - protagonizada por Tom Hanks en su década dorada de los ochenta, y posiblemente su mejor interpretación en este campo; siendo nominado ese año a un Oscar como mejor actor que se le resistiría, pero que ganaría por dos veces consecutivas con Philadelfia en 1993 y con Forrest Gump en 1999. En esto mucho tiene que ver que el papel de “niño adulto” le viene a como anillo al dedo. Y es que , tanto por su físico (esa cara de niño bueno) como por su forma desenfadada de actuar, siempre me ha recordado a un niño grande. Por eso, su papel en Big no pudo ser ni más acertado ni más adecuado, y la realidad es que eclipsa completamente a sus compañeros de reparto. No obstante, esto no fue sólo fruto de su gracia: David Moscow (el joven Josh) tuvo que grabar todas las partes de Hanks y luego este estudió los vídeos a conciencia para que su actuación fuese lo más semejante a la de un niño de doce años.

Penny Marshall (Jumpin Jack Flash, Despertares) dirige esta historia - escrita por Anne Spielberg (sí, la hermana de un tal Steven Spielberg) junto con Gary Ross – en la que un niño de doce años llamado Johs Baskin (David Moscow de joven y Hanks de adulto) , harto de ser pequeño, desea ser “grande” a una enigmática máquina de feria llamada Zoltar . Su deseo es concedido y al día siguiente se despierta en su cuerpo adulto de 30 años. Como curiosidad señalar que Marshall fue la primera directora en superar los cien millones de dólares de recaudación (Big rozó los 115).


Debido a esta premisa hay quien cataloga a esta película como “body swap movie”, aunque,  a mi juicio, no debería incluirse en este subgénero. Las “body swap movies” tienen su origen en un recurso literario conocido en el mundo angloparlante como “body swap” (por ejemplo la novela Vice Versa de 1882)  y que consiste en que dos personas (o seres) intercambian sus mentes. Ejemplos cinematográficos serían  De tal astilla, tal palo (1987) o Viceversa (1988). En estas películas las mentes de los hijos pasarían a los cuerpos de los padres y las de los padres a los cuerpos de los hijos.  Pero en el caso de Big lo que sucede es que el cuerpo físico de Josh crece hasta los treinta años de un día para otro permaneciendo su mente en su mismo lugar. Por tanto, creo,  no se puede hablar de “body swap movie”.

El eje central de Big gira entonces en torno a las contradicciones que se producen entre el comportamiento de Josh (propio de un niño de doce años) frente a las expectativas de un mundo adulto, lejano y antinatural para él, pero al que se supone que (físicamente) pertenece. Josh llora invocando a su madre cuando tiene que pasar la noche en un hostal de mala muerte, lo festeja a lo grande con su amigo Billy (Jared Rushton) cuando cobra su primera paga, juega en la juguetería en la que (como no) ha conseguido su trabajo y amuebla su piso con máquinas recreativas, una canasta de baloncesto, una cama litera y cientos de juguetes; y es que esto sería lo más normal en un chico de su edad.



Sin embargo, Josh termina por adaptarse de forma no sólo satisfactoria, sino notable en un contexto carcomido por la envidia – como la que siente por el Paul (John Heard)-  y la doble moral. Es la inocencia de Josh unida a su bondad, a su actitud transparente (aún no está corrompido por el mundo adulto) , a su energía y alegría juvenil (que contagia) lo que le lleva a ser ascendido a vicepresidente por su jefe MacMillan (el gran Robert Loggia) y  a ser amado por su compañera Susan (Elisabeth Perkins). Al final parece que el único sensato ante tal panorama es el niño de doce años : “Él es adulto” le espeta Susan a Paul cuando lo abandona por Josh.

Lógicamente, para aceptar este planteamiento, el espectador debe consentir ciertas licencias que de otro modo impedirían disfrutar de la película si nos ponemos serios y meticulosos. El principal sería el aceptar la presencia de una persona adulta sin ningún tipo de documentación ni cuenta bancaria que es contratada por una empresa.



Estoy seguro de que hay dos momentos que nunca se habrán borrado de la cabeza de aquellos que hayan visto Big en su juventud.

El primero es cuando Josh encuentra a Zoltar. Imponente la figura del mago artificial encerrado en una máquina de feria, con esos amenazadores ojos rojos incandescentes y una boca que se abre y se cierra como si fueran las fauces de una bestia. A esta escena la acompaña la inquietante música de feria ambulante obra, como la banda sonora, del oscarizado Howard Shore (asiduo colaborador de Cronenberg y compositor de la banda sonora de la trilogía de El señor de los anillos).


El segundo (estoy seguro que todos recordáis esta escena) es Cuando Josh y su jefe MacMillan tocan con sus pies sobre ese piano gigante  instalando en el suelo de la juguetería la canción popular Heart and Soul. Por cierto, la escena la rodaron Haks y Loggia de verdad (se nota en la película como disfrutaron al rodarla) y el piano también existía en la tienda, pero construyó uno más grande para que los actores lo pudiesen tocar.


Otra gran baza de Big es que todos los adolescentes nos sentíamos identificados con su propuesta. ¿Quién no quiso ser mayor antes de tiempo? Pero, ¿y si se consiguiese? Si de repente un día despiertas y aunque sigas siendo un niño tienes un cuerpo de treinta años, ¿se solucionarán tus problemas o más bien desearás con más fuerza que antes el volver a ser el niño que eras?

Esta propuesta es extensible también a los adultos al funcionar como metáfora del fugaz paso del tiempo. A muchos, los años desde la adolescencia hasta el presente, nos han durado un suspiro. Parece que nos hemos despertado un día reparando en que ya no somos  unos críos , pero que en realidad, poco, o mucho menos de lo que creíamos, hemos cambiado desde aquella adorada e idolatrada época. En este aspecto, Susan rompe el mito de que cualquier tiempo pasado fue mejor cuando rechaza regresar con Josh a la infancia: “Ya fue bastante difícil la primera vez …”

TRAILER


ESCENA DEL PIANO

Supersonic man: Héroe de cartón

Pues sí ochenters, España también tuvo su super héroe y con capa no vayáis a creer, aunque visto lo visto, me quedo con nuestro amado Super López, a expensas de ver como lo plasman en la versión cinematográfica.

Sinopsis:
Kronos (Richard Ayestarán) es enviado a la Tierra con el fin de desbaratar los planes del mad doctor Gulik (Cameron Mitchell) cuyos planes pueden alterar el equilibrio de la Galaxia.

Opinión:
Rodada en Alicante, Madrid y Nueva York (esto último en duda) y dirigida por el valenciano Juan Piquer Simón, uno de los directores que mejor se movieron el ámbito del cine exploitation y conocido por películas como Slugs, muerte viscosa o La grieta, la película es una de sus más reconocidas producciones para la cual tuvo la ayuda del guionista debutante Sebastian Moi, que después de esta película no hizo nada más como guionista, cosa por otro lado, nada extraño.
Aprovechando el estreno de Star Wars en 1977 y Superman en 1978, cogiendo los mad doctors de 007 o ya puestos copiando al Lex Luthor de Gene Hackman, la película es un batiburrillo de todo aquello que estaba en auge en aquella época, cinematográficamente hablando y musicalmente también todo hay que decirlo, porque el tema de la intro, española eso sí, era Supersonic Man, I wanna be, muy de música disco, si bien en la versión inglesa, el tema original era parte del score de John Williams para Superman.
Richard Ayestarán muy conocido en el mundo del culturismo, construye un hierático héroe, que hablar no habla, porque en toda la película yo no le vi mover los labios, pero oír se le oye...magia del cine diréis, pero es que además, no se le consigue ver con la soltura que por ejemplo si tenía el fallecido Christopher Reeves como Superman, aunque es de recibo decir que bien por esa capa, o el casquete que llevaba puesto para ocultar su identidad o ese traje quizás demasiado apretado para su musculatura, parece normal que estuviese tan rígido.
Al menos el guionista le confirió más poderes que a Superman, ojo a cuando transforma unas pistolas en plátanos o cuando de la nada hace aparecer una red para atrapar a sus secuestradores y lo que más me impactó era el modo en el que se transformaba en Supersonic, hablando a su reloj y diciendo: " Que la fuerza de las galaxias sea conmigo", toma ya ni Obi Wan ni Jedi ni tonterías, ole, ole, y encima salía afeitado, que su alter ego Paul (Antonio Cantafora) se gastaba un mostacho y un pelazo de los de la época.
Del resto de actuaciones, poco hay que decir la verdad, salvo la sobre actuación de Cameron Mitchell, elevada hasta el extremo y que a veces parece darse cuenta por la cara que pone, de menudo desastre en el que me he metido y por encima de todas las actuaciones, uno tiene que quedarse con la del robot, sí queridos ochenters, el robot, ese robot con lanza llamas, con lanza cohetes y que se movía igual que un playmobil, y cuya inutilidad es palpable en todo momento, como cuando ataca a la hija del profesor y a Paul en casa de esta última y pesar de estar a un metro de ellos no es capaz de quemarlos, claro que a lo mejor al ser made in Spain tiene algo que ver ¿no?.
FX y curiosidades varias:
Partiendo de la base que estamos hablando de un producto ibérico y que no podemos compararla en presupuesto con producciones como Superman o Star Wars, la película tiene unos efectos especiales, que cantan pero no chirrían, es decir, nuestro protagonista vuela, bien, esa parte la clavan, la hacen creíble, al menos que yo me haya fijado no vi ningún cable por ahí.
Eso sí lo que no cuadra tanto, son las escenas en la ciudad, donde según dice la leyenda, las imágenes que vemos de New York, fueron tomadas prestadas de Superman y desentona en exceso el contraste de Madrid a Nueva York.
Siguiendo con el super héroe, la transformación de humano a súper, la salvan eficientemente con una aureola brillante y cegadora que da paso a nuestro musculoso protagonista, mismo tipo de aureola aunque en versión reducida que se usan para simular los rayos láser que disparan los secuaces del villano de turno.
En cuanto al tema de las explosiones, bueno, son del estilo de la época, es decir del tipo de caer un coche por un barranco y al iniciar la bajada explotar o bien en lo referente a las coreos de lucha, en la mejor escena de la película, es decir la que tiene lugar en un bar, vemos como los oponentes apenas se rozan, caen redondos, en fin al menos esta escena tiene algo de gracia.
Como curiosidad y ya que estoy con los efectos especiales, hay unas escenas, que si bien en el montaje original de Superman no aparecieron, sí aparecerían en su versión extendida y me refiero a aquellas escenas casi al final de la película en la que Supersonic es quemado, helado y luego sonorizado en un vano intento de acabar con él .

Opinión final:
Es mala, muy mala, pero de lo mala y bizarra que es, es adorable y os apuesto a que en cuanto oigáis la melodía original, la vais a tener metida en bucle en vuestra cabeza y qué coño, podemos decir que en España tenemos un super héroe con capa y antifaz que vuela, además de Super López, vamos que si le sumamos al Capitán Trueno, Anacleto y el guerrero del Antifaz nos sale un equipín, que reíros de los de la Liga de la Justicia.

Nota ochenter: 4/10

Molano